lunes, 23 de mayo de 2016

DE EXCURSIÓN AL CASTILLO DE CONSUEGRA

La semana pasada tuvimos la gran suerte de terminar el viernes de una forma muy especial. Hicimos la gran excursión que hacemos cada año. Nos fuimos a visitar y conocer el castillo de Consuegra. Consuegra es un pueblo que está algo retirado de Miguel Esteban. Es un pueblo muy pintoresco, que tiene en lo alto de un monte un castillo medieval y once molinos que lo rodean.

Como el pueblo de Consuegra está retirado, andando iba a ser complicado que fuésemos. Por eso vino a recogernos un autobús para nosotros solitos. Íbamos nosotros y los niños de la clase de Begoña. Como no llenábamos los asientos del autobús, nos pudimos sentar dónde nos dio la gana, íbamos la mar de cómodos, la mar de contentos y la mar de emocionados. Es que una excursión siempre es algo muy guay y especial. No todos los días estamos de viaje en autobús con los amigos del cole. Bien sentaditos, cinturones atados... y ¡aaaaaarrancamos!







 
¿Cuánto queda, cuándo llegamos, dónde está el castillo profe? ¡Qué cansinos que somos a veces!
 

 
Para llegar al castillo el autobús tuvo que subir un montón de cuestas y curvas; fue muy emocionante. Cuando llegamos arriba del todo le dimos un fuerte aplauso a nuestro conductor. Y justo en la entrada del castillo nos estaba esperando Feli, la dama que se iba a ocupar de enseñárnoslo.
 







 
La misteriosa dama nos recibió muy contenta y encantada de nuestra visita. Y nos avisó de algo muy importante; que en cuanto empezásemos la visita dentro del castillo, teníamos que ir con un montón de cuidado y siempre alerta, porque el castillo estaba lleno de trampas para los enemigos. Menos mal que nosotros éramos amigos y no enemigos del castillo.
 










 
Debíamos ir mirando a todos lados: hacia abajo, por los lados, hacia arriba... siempre pendientes de no tropezar o caer en alguna trampa. La dama nos iba enseñando todo y nos contaba cómo se llamaba cada sitio por el que pasábamos. También nos hacía muchas preguntas, y nosotros, que somos muy relistos, le contestábamos todo. Se quedó alucinada viendo que éramos expertos en castillos y caballeros.
 





 
Después de subir unas cuantas escaleras y una gran rampa, nos dimos cuenta de lo alto que estaba este castillo de casi 1100 años. Desde sus murallas se veían un montón de pueblos y campos de La Mancha. Corría el viento y daba gustito, porque al sol hacía un pelín de calor. Ya estábamos preparados para pasar, pero no salían a recibirnos ni el rey ni la reina. ¿Qué podíamos hacer? La dama tuvo una idea genial; disfrazó de rey Alfonso y reina Isabel a dos niños de la clase de Begoña. Y al lado de estos reyes irían Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid Campeador, y su amada, Doña Jimena, que le tocó ser a Lucía. Así ya podíamos pasar por todos los lugares del castillo. Y los demás seríamos el ejército de los reyes; y para eso nos pusimos un medallón con el símbolo de un dragón. ¡Un dragón! Como el que tenemos en nuestro cole, ¡Qué casualidad!
 






 
Nada más pasar a la primera sala, nos sentamos todos sobre unas tablas de madera, y escuchamos una historia en forma de poesía sobre el gran Cid Campeador. Mientras que escuchábamos la historia que nos relataba la dama del castillo, unas palomas traviesas no paraban de revolotear por la sala, entrando y saliendo cuando les daba la gana.
 







Después de contarnos la historia del Cid, la dama nos contó que los bufones, eran los encargados de entretener a la gente que vivían en los castillos, con sus juegos y sus relatos. Esta vez, le tocó vestirse de bufón a David, que tuvo que hacernos reír de la forma que el quisiese. Y muy bien que lo consiguió moviendo la lengua y haciendo muecas muy divertidas.
 
Poco después pasamos todos a la sala donde guardaban las armas los caballeros. Cuando venía el enemigo, corrían a todo prisa a coger sus lanzas, sus arcos y sus flechas. Y se ponían sus armaduras para estar bien protegidos.

 










 
 
Luego tocaba bajar a una gran habitación, donde hacía algo de fresquito. Era un aljibe. Allí vimos la ropa y utensilios de una bruja que habitó en aquel castillo. Una niña de la clase de Begoña fue la elegida para ser Miss Bruja, como la poesía que nos sabemos ¿Os acordáis? "Para ser bruja preciosa, debes oler siempre a ajo, tener la cara verdosa y los pelos de estropajo; ser huesuda y orejuda, y lucir en la nariz, una verruga peluda, larga como una lombriz".
 






 
Después de tanto trajín para un lado y para otro, ya íbamos teniendo hambre. La dama nos metió en una bonita sala, donde había un teatro de guiñol montado. Justo cuando terminábamos de comer, empezaba el teatro de guiñol, con unos personajes que nos sonaban a todos: un rey, una reina, y un caballero despistado. Estuvo muy gracioso y entretenido.
 
Y cuando creíamos que ya habíamos hecho todo lo que podíamos hacer por el castillo... ¡sorpresa! La dama nos tenía preparada una danza típica de los señores y señoras que vivían hace mil años en los castillos medievales. Todos cogidos de las manos, en un gran círculo, y al son de una música tocada por juglares, nos empezamos a mover según nos decía la dama. Para delante, una vuelta, saludo y para atrás.
 














 
Y después del baile, todavía nos quedaba por conocer el salón real, donde estaba el trono del Rey Alfonso. En ese lugar nombraron caballero a Miguel, y le pusieron el nombre de Segismundo, que fue un valiente caballero que habitó ese castillo. Hugo tuvo la suerte de portar las armas de Segismundo, y mientras, el rey, nos nombró caballeros a todos los demás, haciendo repetir su juramento en voz alta. Ahora ya somos caballeros medievales que han hecho un juramento al Rey Alfonso. ¡Toma ya!
 







 
Y sólo nos quedaba hacer una cosa antes de volver a Miguel Esteban. No nos podíamos ir de Consuegra sin despedirnos de los molinos de viento que rodeaban al castillo. Hacia uno de ellos fuimos montados en el autobús, y nos bajamos para colocarnos al ladito, y ver lo grandes y altos que son. Normal que Don Quijote los confundiera con gigantes. Ya sabemos por qué están en un sitio tan alto los molinos; porque ahí siempre sopla el viento, y eso es lo que necesitan para mover sus aspas y moler el trigo. Cuántas cosas hemos visto y aprendido en una mañana.
 
Y ahora sí que sí, nos tocaba despedirnos del castillo, de los molinos de viento, y de Feli, la simpática dama del castillo. Ha sido una mañana que recordaremos todos siempre. Cuando seamos mayores, y pasemos con nuestros coches cerca de Consuegra, veremos a lo alto el castillo, y diremos: "ahí estuve yo cuando tenía apenas cinco años, de excursión con mis amigos del cole del Dragón".
 
 
 
 

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